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Sevilla ha crecido con el Benito Villamarín como uno de sus grandes hitos urbanos: aquella celosía triangular que abrazó el estadio a finales de los noventa convirtió su fachada en un gesto reconocible y querido. Casi treinta años después, cuando arranca una nueva remodelación, desde PREINCO recordamos nuestra participación como homenaje a una obra emblemática.

La remodelación del Estadio Benito Villamarín incorporó una celosía de piezas triangulares prefabricadas en fachada que hizo escuela por su modularidad, control de fábrica y rapidez de montaje. Hoy, con la retirada de esos elementos en la nueva intervención, merece revisarse qué aportó técnicamente aquel sistema y qué aprendizajes deja para las obras actuales y futuras.

1997: contexto y razones del prefabricado 

A finales de 1997 el Real Betis presentó el proyecto de remodelación del estadio mediante la ampliación y sustitución por fases: había que asegurar un aforo operativo mientras se ejecutaban estructuras, gradas y envolventes entre temporadas. La autoría principal recayó en Antonio González Cordón y el plan preveía culminar por etapas, inaugurándose sucesivos anillos a partir de 1998. Ese marco de obra compleja, plazos comprimidos y continuidad de uso, favoreció el uso de soluciones industrializadas por su repetición, control dimensional y capacidad de montaje en ventanas temporales cortas.

Optar por sistemas prefabricados significó trasladar a fábrica lo crítico: moldes estabilizados, armaduras y hormigonado bajo control, curado y verificación de tolerancias antes del izado en obra. Esto supone menos trabajos húmedos y más montaje en seco lo que implica menos incertidumbre y mayor seguridad en entornos urbanos y con público.

Las piezas triangulares 

La imagen exterior se organizó como una celosía de triángulos que envolvía y tamizaba las circulaciones y núcleos del estadio. Esta geometría triangular remite y hace referencia al escudo del Betis y se proyecta en las paredes interiores al filtrar la luz.

Más allá del gesto, la geometría triangular resolvía módulos repetibles con bordes rígidos y vértices claros para el diseño de anclajes. Materialmente, el conjunto se planteó con hormigón y acero por su funcionalidad (durabilidad, rigidez y mantenimiento), coherentes con una piel seriada sometida a vibraciones y cargas de viento.

Comportamiento y legado técnico 

El comportamiento a largo plazo de la celosía confirmó las fortalezas del prefabricado: mantenimiento reducido, juntas accesibles y recubrimientos controlados desde fábrica. La interacción con la estructura principal (gradas de hormigón) se resolvió separando funciones de manera que la celosía actuaba como cerramiento, sin interferir en el trabajo resistente de pórticos, simplificando inspecciones y recambios puntuales.

Una nueva etapa

En agosto de 2025 comenzaron los trabajos para la nueva remodelación con el desmontaje de los paneles de fachada y la demolición de la Grada de Preferencia. Más que un final, es una operación de ingeniería inversa: deshacer con método lo que se montó con precisión hace casi tres décadas.

Esta fase plantea retos y abre oportunidades: por un lado, inventariar anclajes hoy ocultos, detectar interferencias mediante modelado y planificar los cortes sin comprometer la estabilidad residual del estadio; por otro, activar la circularidad catalogando paneles para re-uso (mobiliario urbano, sombreadores, instalaciones temporales) y, cuando no sea viable, reciclarlos como árido.

Legado y aprendizajes

La celosía triangular del Villamarín sintetizó la ambición del prefabricado de los 90: modularidad, control y obra segura al servicio de una identidad urbana reconocible. Un reconocimiento también para quienes la hicieron posible desde la industria —entre otros, PREINCO, que participó en la fabricación y el montaje de la intervención de fachada— y cuyo conocimiento (control de producción, trazabilidad y montaje) sigue alimentando la calidad y la innovación del sector.